Trilitrate + Álvaro Buendía

Pequeñas historias sin importancia que ocurren en noches de tregua, entre nuestros trabajos diurnos y antes de todos nuestros terrores nocturnos.

Pequeñas historias sin importancia que únicamente tiene un nombre y dos apellidos, que llenan su efímero sueño con imágenes que se inventan. Como alguien que viaja miles de kilómetros y se estrella con la emoción de los desconocidos que corrieron a un encuentro. En esa hora de tregua, las historias lejanas se acercan y nos inventamos el mar sobre la tierra recién arada que espera la primavera. Y arrugamos los ojos y engañamos nuestra mirada para que el rojo que sangra ahora se confunda el azul de un cielo de invierno. Hasta las encinas que cierran el horizontes son altas, como ese mar que cantas y que nunca vimos.

Pequeñas historias sin importancia que ocurren en noches de tregua, entre nuestros trabajos diurnos y antes de todos nuestros terrores nocturnos.

Pequeñas historias sin importancia que crecen durante un periodo entre guerras, lo suficientemente largo para que alguien pueda ponerle una historia, lo suficientemente transcendente para que alguien invente su banda sonora. En una casa que siente y que late cuando abre sus puertas, con habitantes privilegiados que a nadie importa, entre hormigón y arena que a nadie interesa, con paredes de ficción para una verdad superviviente que nadie quiere.